Así es. Todo parece indicar que al calor que se acerca naturalmente por la época del año, se le suma la efervescencia de las ideas. Todo parece indicar que esta mezcla redoxoniana permite la afloración de entidades que hasta hace muy poco tiempo trabajaban en la oscuridad, pero flexible, del anonimato. En esta nueva sección que estamos inaugurando (a falta de cintas y tijeras, armamos un manojo de ramas y un cuchillo oxidadito), hoy presentamos la labor de la organización “En búsqueda de la sexta (porque la quinta ya la encontramos hace un tiempo)”, casi prima hermana de la ya conocida, instalada e institucionalizada “Fundación Pelotas Llenas”.
No sabemos a ciencia cierta en qué momento del fluir histórico se creó la dicha organización, pero se cree que ya lleva consigo algún par de generaciones. Según se ha podido deducir, en un primer momento el objetivo principal estuvo teledirigido hacia la crítica constructiva de los horrores ortográficos y demás alimañas discursivas que se encontraran en la cartelería de los espacios públicos (y non tanto). Tal vez, en ese sentido y dirección, su mayor aporte haya sido a la corrección del temible error de la “J” que se encontraba en el cartel que se encontraba en ese espacio periférico de la cara visible de la casa del Pueblo (que no es la Comisaría ni el ex Banco Hipotecario). La intención del cartelón, que luego fue atacado y muerto por las ventolinas particulares y natas de este lugar en el mundo, se centraba en el pedido de aparición con vida de Jorge Julio López. La corrección del “exiGimos” que provocaba más que estupor, un terrible dolor de ojos en los parroquianos que dirigían sus miradas ávidas de alimento en letra, se hizo esperar por un tiempo, lo que hizo a la naturalización tanto de ese cartel en el paisaje, como del error en ese verbo particular entre los jóvenes de las instituciones educativas del radio de la cuadra. Débase tener en cuenta, antes de que lluevan los reproches, castigos y maldiciones, que estos muchachos no tienen otra ocupación y preocupación que las del hallazgo del error humano de turno, y para colmo de males, materializado casi para la posteridad, a menos que estos detectives lleguen a y en tiempo y forma.
Pero he aquí el último de los aciertos de estos ojos críticos y fisgones que la organización ha efectuado. Todo el mundo recordará e incluso se cansará de ver ese adefesio que se encuentra en pleno paseo del Dique, dedicado a un tipo particular de pionero de la actividad económica en el partido dulce partido. No, no hablamos del pequeño monigote (ahora devenido en enanito de jardín del patio-espacio público-paseo de la caja de te Currolín S.A.) con que intentaron reflejar (de forma antitética, como para decir “Mirá vos qué paradoja eh!”) la gran labor del gran Juan Fugl. No. Estamos hablando de eso (y decimos bien en hablar de un “eso”) que alguna vez anunciaron como en concordancia y armonía con el paisaje serrano. Nada más concordante y armonioso para con el paisaje serrano que el… monumento al fundidor!! (El metalúrgico… para los otros, esperamos les llegue en vida, tiempo y forma su más merecido homenaje). O me va a decir que nunca se preguntó y cuestionó qué hace ese extraño engendro metálico de torso agigantado en medio de un lugar que no le será lo más ajeno a él, pero le pasa por ahí cerca? En fin, no es cuestión de que nos pongamos a discutir eso, por ahora no, ya vendrán tiempos mejores.
He aquí (ya lo dije anteriormente) EL padre, madre y tutor de los detalles de esta obra pseudoescultórica: se entiende que la figura representada expresa los inicios de la actividad que este engendro está ejecutando y con ello la poca, baja o nula instrumentación de seguridad de aquel entonces entre los operarios… pero me vas a decir que no usaban guantes???!!!! Así es. El fundidor no solo no tiene los guantes (por el detalle trabajado de las uñas), lo que denota que este pobre personaje se estaría quemando las manos (porque el supuesto palito que sostiene al baldecito de la mezcla fundida no es precisamente de madera, sino que es un flor de caño), así como también su misma gamboa por tenerlo allí apoyado al cañito que, como buen conductor de calor, imaginen las divertidas consecuencias que tiene ese descuido en la vida misma y real.
Con esta gran revelación que nos cambia de cuajo el simple transcurrir de nuestras desdichadas vidas, la organización pega el aviso (por 2$ más, se llevaron el combo del grito en el cielo y a los cuatro vientos) de que están acechando a cada centímetro cuadrado de la aldea, en búsqueda del escrache de la deformación nuestra de cada día. A prepararse pues…
No sabemos a ciencia cierta en qué momento del fluir histórico se creó la dicha organización, pero se cree que ya lleva consigo algún par de generaciones. Según se ha podido deducir, en un primer momento el objetivo principal estuvo teledirigido hacia la crítica constructiva de los horrores ortográficos y demás alimañas discursivas que se encontraran en la cartelería de los espacios públicos (y non tanto). Tal vez, en ese sentido y dirección, su mayor aporte haya sido a la corrección del temible error de la “J” que se encontraba en el cartel que se encontraba en ese espacio periférico de la cara visible de la casa del Pueblo (que no es la Comisaría ni el ex Banco Hipotecario). La intención del cartelón, que luego fue atacado y muerto por las ventolinas particulares y natas de este lugar en el mundo, se centraba en el pedido de aparición con vida de Jorge Julio López. La corrección del “exiGimos” que provocaba más que estupor, un terrible dolor de ojos en los parroquianos que dirigían sus miradas ávidas de alimento en letra, se hizo esperar por un tiempo, lo que hizo a la naturalización tanto de ese cartel en el paisaje, como del error en ese verbo particular entre los jóvenes de las instituciones educativas del radio de la cuadra. Débase tener en cuenta, antes de que lluevan los reproches, castigos y maldiciones, que estos muchachos no tienen otra ocupación y preocupación que las del hallazgo del error humano de turno, y para colmo de males, materializado casi para la posteridad, a menos que estos detectives lleguen a y en tiempo y forma.
Pero he aquí el último de los aciertos de estos ojos críticos y fisgones que la organización ha efectuado. Todo el mundo recordará e incluso se cansará de ver ese adefesio que se encuentra en pleno paseo del Dique, dedicado a un tipo particular de pionero de la actividad económica en el partido dulce partido. No, no hablamos del pequeño monigote (ahora devenido en enanito de jardín del patio-espacio público-paseo de la caja de te Currolín S.A.) con que intentaron reflejar (de forma antitética, como para decir “Mirá vos qué paradoja eh!”) la gran labor del gran Juan Fugl. No. Estamos hablando de eso (y decimos bien en hablar de un “eso”) que alguna vez anunciaron como en concordancia y armonía con el paisaje serrano. Nada más concordante y armonioso para con el paisaje serrano que el… monumento al fundidor!! (El metalúrgico… para los otros, esperamos les llegue en vida, tiempo y forma su más merecido homenaje). O me va a decir que nunca se preguntó y cuestionó qué hace ese extraño engendro metálico de torso agigantado en medio de un lugar que no le será lo más ajeno a él, pero le pasa por ahí cerca? En fin, no es cuestión de que nos pongamos a discutir eso, por ahora no, ya vendrán tiempos mejores.
He aquí (ya lo dije anteriormente) EL padre, madre y tutor de los detalles de esta obra pseudoescultórica: se entiende que la figura representada expresa los inicios de la actividad que este engendro está ejecutando y con ello la poca, baja o nula instrumentación de seguridad de aquel entonces entre los operarios… pero me vas a decir que no usaban guantes???!!!! Así es. El fundidor no solo no tiene los guantes (por el detalle trabajado de las uñas), lo que denota que este pobre personaje se estaría quemando las manos (porque el supuesto palito que sostiene al baldecito de la mezcla fundida no es precisamente de madera, sino que es un flor de caño), así como también su misma gamboa por tenerlo allí apoyado al cañito que, como buen conductor de calor, imaginen las divertidas consecuencias que tiene ese descuido en la vida misma y real.
Con esta gran revelación que nos cambia de cuajo el simple transcurrir de nuestras desdichadas vidas, la organización pega el aviso (por 2$ más, se llevaron el combo del grito en el cielo y a los cuatro vientos) de que están acechando a cada centímetro cuadrado de la aldea, en búsqueda del escrache de la deformación nuestra de cada día. A prepararse pues…